Visita desde casa al cementerio de la Planilla

VISITA GUIADA AL CEMENTERIO DE LA PLANILLA A TRAVÉS DE LAS FOTOGRAFÍAS DEL FONDO BELLA (1898-1939?)

Para esa visita que podéis hacer desde casa hemos preparado un vídeo con 53 fotografías del cementerio que forman parte del Fondo Bella, así como una pequeña introducción sobre su datación y autoría, además de algunos comentarios para que os fijéis en cosas concretas.

EL CEMENTERIO DE LA PLANILLA EN EL FONDO BELLA  por Ana Jesús Mateos Gil

El Fondo Bella, que actualmente se conserva en el Archivo Municipal de Calahorra, atesora tres cajas con vistas del cementerio de La Planilla. Los negativos son de dos tamaños y de dos materiales diferentes, cristal y nitrato. El conjunto, formado por 53 fotografías, es homogéneo: salvo tres vistas de conjunto, cada imagen reproduce un panteón, generalmente de manera frontal.

Una de las cajas, la de mayor tamaño, tiene rotulada la inscripción “Cementerio 1924” pero esa fecha no es la de realización de todas las fotografías. La mayor parte fueron tomadas entre 1918 y 1935, pero las hay anteriores y posteriores, como la vista general del recinto con la capilla al fondo, que muestra el camposanto casi vacío de edificaciones y que podría datarse entre 1898 y 1902, o el panteón con la inscripción “Caídos por Dios y por la Patria”, que ha de ser posterior a 1939.

Buena parte de estas fotos pueden atribuirse a Robustiano Tutor Ruiz (Castilruiz, 1889 - Calahorra, 1968) quien, en 1909, trasladó su relojería a la calle Mártires, frente al Veloz Club, quizás al local de la Fotografía Franco-Española de Manuel Villas Fernández, que se había mantenido abierta hasta 1908. En 1924, la relojería se había transformado en fotografía y, en su local de la calle Grande nº 18, contaba con la ayuda de su sobrino Ángel Bella Achútegui (1910-1981), que se iniciaba entonces como aprendiz.

Estas imágenes del cementerio de La Planilla son especialmente valiosas para apreciar los cambios sufridos tanto en el cementerio como en las sepulturas, ya que permiten conocer la apariencia del recinto antes de la construcción de los nichos, un proceso iniciado en 1938. En concreto, puede comprobarse que las manzanas de enterramiento más cercanas al actual acceso quedaron reducidas, que la tapia era más baja que ahora y que contaba con rejas, en correspondencia de las que todavía se conservan en el lado sur, al final de las calles principales. En alguna imagen puede verse la sala de autopsias, desaparecida hacia 1970, así como el depósito y la capilla, que se mantiene prácticamente invariable. Puede intuirse el estado original del recinto, con gran cantidad de cruces de hierro en el interior de las zonas de enterramiento y la cruz que remataba la portada principal actualmente desaparecida. Llama la atención la ausencia de vegetación, así como el hecho de que, en el interior de las manzanas, la mayor parte de la cabeceras se asentaran directamente sobre el terreno.

Resulta evidente que algunas sepulturas han desaparecido, como una, en forma de templete, con cuatro arcos lobulados sobre columnas, en la calle de los Mártires. Pueden apreciarse las modificaciones sufridas por algunos panteones, como los de Plácido Madorrán o José María Torres. También permiten confirmar la hipótesis de que algunos panteones han sido trasladados y que otros han cambiado de titular por lo que, aunque muestren ahora inscripciones relativamente recientes, fueron erigidos en las décadas de 1910 y 1920. El fotógrafo demuestra su interés por el arte fúnebre de nuestra ciudad y, en especial, por los ejemplares más recientes, caracterizados por las esculturas y relieves de ángeles e imágenes religiosas que enlazan con una sensibilidad burguesa. Especial impacto debió de causarle el panteón de Pedro Marín y Emeterio Martínez de Baroja, al que dedicó varias fotografías, probablemente por su sentido escenográfico y la espectacularidad de su ángel de alas explayadas. La fotografía captura un fragmento de nuestra historia, un momento de la vida de un pueblo, por lo que su valor, como documento histórico, es innegable. En este sentido, el Fondo Bella constituye un testimonio de primer orden que facilita la reconstrucción del pasado de nuestro cementerio y nos permite legarlo a las generaciones futuras.